top of page
Foto del escritorcaligonzalez2

El Santuario de los Flamingos

Actualizado: 13 jul 2022

Jugamos a ser otros. Con el único propósito de matar el tiempo. Nos entregamos a la fantasía sin vergüenza. Sacando del armario diferentes atuendos que no hemos podido utilizar casi en un año por el encierro. Nuestros domingos se convirtieron en Domingos de Cabaret.


Durante la semana es imposible. Trabajo en el turno de la tarde y salimos de la cafetería alrededor de las diez de la noche. Lourdes está plagada de muchachos que buscan planes excitantes. La basílica tiene las rejas negras ya cerradas y en los picos filudos de la iglesia, solo se ven palomas mudas.


Todavía me pega duro el frío bogotano. Ando siempre con la piel escamada y rucia. Como si tuviera puesta una media velada color agualeche. Mis pantorillas se ponen blancas, a pesar de la grasa de chivo que me aplico. Adiós “mariquita” - me gritan al atravesar la Avenida Caracas. Me río del piropo.


Mi abuela Carmen Rosa Piragauta es la culpable del chiflido. Antes de salir de la ranchería me puso este gorro de lana rosa y me dio un beso en la frente. Nunca estuvo de acuerdo con mi viaje a Bogotá. Me decía que los alijunas son como agujetas insaciables y traicioneras, que solo tienen agallas para tragarse territorios indefensos.


Me hubiera gustado hacerle caso. Quedarme con ella tejiendo chinchorros y esquilando ovejas para sacar la lana. Pero el rumor de mi sexualidad había dado la vuelta por toda la ranchería. Mis compañeros de escuela se escondían detrás de las dunas de arena y de pronto aparecían de un salto, encabronados a pegarme.


Yo me hacía un ovillo y rodaba montaña abajo como cangrejo ermitaño. Mi cuerpo quedaba completamente cubierto de arena amarilla y frenaba contra los pastizales secos de dividivi, que separan las dunas de la bahía. Luego serpenteaba por debajo de los cactus y los perdía de vista.


Mi cuerpo era un Nazareno de heridas que mi abuela Carmen Rosa curaba con emplastos de sábila y humo de tabaco para expulsar las malas energías. También frotaba sobre mis cicatrices el sebo tibio que ella misma preparaba, con los restos de animal sacrificado.


Ese es mi olor característico. A chivo macho de ranchería guajira. Allá las cabras hembras son diferentes. Huelen a leche y a trupillo salvaje. Yo en cambio huelo a semental entero. A ese almizcle que los cabros frotan a las hembras en la frente.


El día que nos conocimos me impactó su cabello afro ensortijado. Yo estaba estrenando un fantástico enterizo color salmón, que planché durante horas la noche anterior. Tan pronto llegué a la discoteca mis amigos empezaron a gritar frenéticos ¡Llegó el Flamingo de Galerazamba!.


Estabas sentado en el último escalón bajando las escaleras de Las Catacumbas. Tenías en la mano una cerveza Aguila. Alcancé a sentir una mirada fija en mi entrepierna. Tal vez el cuerno de lana que utilizo en mi glande cuando llevo vestidos ajustados te llamó la atención, o el vaho de mis propias glándulas.


Busqué durante toda la noche esos rizos tupidos como una ramada. De pronto te vi caminar de espaldas hacia los baños y a codazos logré salir de la multitud para alcanzarte. Parecías una oveja solitaria y desprevenida caminando por el desierto.


Ranchería en el Cabo de la Vela - Guajira Colombia


Autor: Liliana González Reyes

Comunicadora Social / Empírica en Marketing / Escritora a ratos





61 visualizaciones1 comentario

Entradas recientes

Ver todo

Animal

La Querencia

El Picao

1 Comment


Amparo Cardona
Amparo Cardona
Jan 10, 2022

Me quedé con las ganas de seguir leyendo más sobre este personaje....Espero que la historia continúe en algún momento......

Like
bottom of page